I. El pecado humano y la gracia de Dios
Antes de explicar el tema central del capítulo 2 de Efesios, el pastor David Jang enfatiza primero la razón de la alabanza y la acción de gracias que el apóstol Pablo registra en Efesios 1. En este capítulo, Pablo declara: “para reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra” (Ef 1:10). Esto no solo aborda la salvación individual, sino que señala la “gran direccionalidad de la historia”. El pastor David Jang interpreta que el hecho de dividir la historia en a.C. (antes de Cristo) y d.C. (después de Cristo) demuestra que la venida de Cristo es el evento central de la historia. En otras palabras, la historia “avanza en un gran proceso de unificación en Cristo”, lo cual implica una “visión escatológica” y un “nuevo comienzo”.
A la luz de este gran fluir histórico, el pastor David Jang, además de enseñar a quienes llegan por primera vez a la iglesia el resumen convencional de “creación-pecado-Cristo-salvación” (las Cuatro Leyes Espirituales), añade el concepto de “el reino de Dios” y presenta una perspectiva ampliada: “creación-pecado-salvación a través de Cristo-el reino de Dios”. La razón es que toda la Biblia, en conjunto, se desarrolla con el fin de restaurar y consumar el reino de Dios. Según su explicación, el reino de Dios comenzó con la primera venida de Jesucristo y su sacrificio expiatorio en la cruz, se sigue expandiendo hoy y finalmente se consumará por completo. Por tanto, la fe cristiana no queda limitada a la salvación individual, sino que, dentro de la amplia “salvación de la historia”, apunta en última instancia a la venida del reino de Dios.
El pastor David Jang indica que, así como Pablo menciona en Efesios 1 que él tenía razones para “alabar”, quienes reciben la gracia de la salvación experimentan naturalmente un desbordamiento de alabanza y de oración. El capítulo 1 de Efesios está rebosante de alabanza y oración. Además, señala que “la oración de Pablo es un modelo que nos muestra por qué y por qué debemos orar”, subrayando en particular el contenido de la oración de Pablo que aparece en la segunda mitad de Efesios 1. Se trata de una petición de orden superior, no un deseo superficial, pues abarca el plan de salvación y el gobierno de Dios, así como el espíritu de sabiduría y de revelación para la humanidad. En otras palabras, cuando Pablo pide que “los ojos de vuestro corazón sean iluminados”, no se refiere a un simple conocimiento, sino a la “iluminación del corazón” para comprender la voluntad de Dios.
En este contexto, el pastor David Jang redirige la atención al problema de la caída y el pecado humanos. En un principio, Dios creó un mundo hermoso y, particularmente, creó al hombre a Su imagen y lo consideró “en gran manera bueno”, pero la humanidad, debido al pecado, cayó y quedó apartada de su relación con Dios, sumida en el desorden y la confusión. Esto recuerda las palabras que Samuel dirigió a Saúl en 1 Samuel 15:23: “Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”. El punto fundamental radica en que el hombre “abandonó a Dios primero”. El pastor David Jang destaca que “este es el plano profundo que enseña la Biblia”: las personas, aun después de haber pecado y abandonado a Dios, tienden a creer que Él las desechó, cuando en realidad fue la humanidad la que se apartó primero, quedando así bajo Su ira.
Con todo, la compasión y el amor de Dios hacia los pecadores son inagotables. Para salvar a quienes yacían en pecado, Dios envió a Su Hijo, “dio a Su unigénito” (Jn 3:16) e invitó a la humanidad a ese evangelio. El pastor David Jang subraya que el acontecimiento de la cruz de Jesucristo fue un suceso de “redención” (Redemption). Tal como en la antigüedad se “compraba a un esclavo con dinero para darle libertad”, Jesucristo, pagando con su propia vida —la ofrenda más valiosa—, liberó a la humanidad de su esclavitud al pecado. Así, luego de exponer el patrón “creación-pecado-Cristo-salvación”, el pastor David Jang agrega la premisa de que “toda la Biblia culmina finalmente en el reino de Dios”. De este modo, ensalza cuán majestuosa y a la vez diáfana resulta la historia de la salvación de Dios que, según Efesios, “recapitula todas las cosas en Cristo”.
Como consecuencia, el capítulo 1 de Efesios concluye con “alabanza” y “oración”. Tal como muestra la confesión de Pablo, cuando el hombre, pecador, experimenta la salvación por la gracia de Dios, brota en su interior una alabanza incontenible y, al mismo tiempo, nace la “oración sagrada” que anhela profundizar en esa gracia. El pastor David Jang explica que, cuanto más crece esta “conciencia de la gracia”, más se amplía la visión de la oración, abarcando la salvación histórica y el reino de Dios. Precisamente aquí radica la singularidad y la gran dimensión de Efesios, una carta que atraviesa simultáneamente la “historia y la salvación”.
II. El pecado, la culpa y la certeza de la salvación
Al adentrarse en Efesios 2, el pastor David Jang resalta el contraste impactante que encierra la afirmación inicial de Efesios 2:1: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. Pablo, que al final de Efesios 1 proclama que “toda la historia se recapitula finalmente en Cristo”, ahora, en el capítulo 2, ilustra de forma descarnada cómo ese proceso de unificación supone un cambio de “muerte a vida”.
Primero, repara en la diferencia entre “delitos” (παράπτωμα, paráptoma) y “pecados” (ἁμαρτία, jamartía) que menciona el versículo 1 de Efesios 2. El pastor David Jang explica que “delito” conlleva la idea de “apartarse de la trayectoria” (fall away), subrayando que el hombre se salió de la órbita designada. Mientras el universo entero orbita alrededor del sol, y la naturaleza y las criaturas siguen las leyes que les fueron asignadas, solo la humanidad ha abandonado la órbita propia que le correspondía como creación. Por su parte, “pecado” (jamartía) deriva de “errar al blanco” (missing the mark), y describe la descomposición y confusión totales que surgen al no acertar en el centro de la diana.
El pastor David Jang explica que el versículo 2 de Efesios 2 (“en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire…”) sugiere que el problema no se circunscribe al pecado individual, sino que abarca la dimensión estructural, pues los seres humanos viven arrastrados por “el príncipe de la potestad del aire (Satanás)” que domina el sistema del mundo. Es decir, muchos conciben el pecado como algo ajeno a Dios o un asunto meramente entre los hombres, pero la Biblia muestra que existe un poder maligno que manipula la cultura, los valores y las ideologías, “maximizando el caudal del pecado”. La ciudad de Éfeso, donde se ubicaba la iglesia destinataria de la carta, albergaba el gran templo de la diosa Artemisa y era célebre por su idolatría y libertinaje sexual. El pastor David Jang recalca que, en aquella sociedad, “la gente practicaba la idolatría y la inmoralidad, y vivía arrastrada por esa cultura depravada”. Así, comprendemos que la advertencia de Efesios sobre “seguir la corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire” no constituía una advertencia abstracta, sino una realidad muy concreta en aquel entonces.
Asimismo, el pastor David Jang subraya que la expresión “éramos por naturaleza hijos de ira” (Ef 2:3) coincide con la enseñanza de Romanos 1, donde Pablo menciona que “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Al aludir a la ira de Dios, en la era moderna puede parecer que se opone al amor de Dios. Pero, en palabras del pastor David Jang, la razón por la que Dios se enoja es que “el hombre lo desechó y se sumergió en la injusticia, la idolatría y los pecados que causan daño mutuo”. La ira de Dios no se opone a Su amor, sino que constituye la actitud inherente de un Dios santo que aborrece el pecado, es decir, un “juicio justo” encaminado a la restauración. El hombre, al abandonar su trayectoria, se convirtió en objeto de la ira de Dios, pero Efesios 2 expone el mensaje de un giro sorprendente: Dios, en su amor y misericordia, ofrece al hombre una vía de salvación.
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo…” (Ef 2:4-5). El pastor David Jang recalca que la salvación es plenamente un acto de gracia divina. Aunque fue el hombre quien se apartó de Dios, Él nunca se rindió con respecto a la humanidad, sino que, a través del sacrificio extremo de Su Hijo, abrió el camino de la vida eterna al pecador. Por ello, Efesios 2:8-9 declara con claridad: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Al hilo de este pasaje, el pastor David Jang enfatiza que no debemos olvidar que “nuestra salvación es un regalo de Dios, y no un logro basado en nuestras obras o en nuestra justicia”.
Para poner de relieve que el meollo de la salvación reside en la “gracia anterior a toda obra”, el pastor David Jang menciona la máxima de la Reforma “Sola Gratia (solo por gracia)” y recuerda la relación entre gracia y fe. La gracia antecede, y la fe es el medio para recibirla. Ninguna obra nuestra puede ir antes que ella. Pablo también insiste en que “por tanto, nadie puede jactarse” (Ef 2:9). El pastor David Jang propone una analogía: “Echar méritos humanos a la gracia es como mezclar agua con el vino; no debe hacerse”, y recalca que la absolutidad de la gracia es el cimiento de la fe cristiana.
Más adelante, se alude a la expresión “somos hechura suya” (Ef 2:10), profundizando en la palabra griega “poiema (ποίημα)”, que significa “lo que Dios ha creado, Su obra maestra”. El pastor David Jang lo relaciona con la idea de que “en Cristo hemos sido hechos nuevas criaturas” (2 Co 5:17), subrayando que la salvación va más allá de la simple remisión del pecado y la cancelación de la condena, llegando a la recreación del ser entero. Además, enlaza el propósito de la salvación con la parte que dice: “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef 2:10). Dicho de otro modo, quienes han sido salvados por gracia son llamados a vivir “las buenas obras que Dios ya preparó”. Para el pastor David Jang, este texto deja claro cómo debe conducirse un cristiano en el mundo: los que recibieron la salvación por la gracia, mediante la fe, han de “practicar el bien, ser luz y sal en medio de la sociedad, y caminar gozosos por la senda que Dios ha dispuesto”.
Así, en Efesios 2:1-10, el “tránsito de la muerte a la vida” se describe como que el hombre, apartado de la órbita y errando el blanco por culpa del pecado, es levantado de nuevo “en Cristo”. El pastor David Jang señala que esta experiencia constituye “la esencia del evangelio, por la cual debemos vivir eternamente agradecidos y en alabanza”. Aun cuando la existencia del pecador parecía condenada e insignificante, la inmensa misericordia y el amor de Dios irrumpieron y, “juntamente con Cristo, nos vivificó, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales”, de modo que toda nuestra vida puede transformarse en una canción de gratitud.
III. La confianza en “el reino de Dios”
El pastor David Jang sintetiza que el mensaje que conecta Efesios 1 y 2 es la “venida de Jesucristo como el fin de la historia y, a la vez, un nuevo inicio”. Efesios 1:10 (“para reunir todas las cosas en Cristo…”) declara a qué punto se encamina la historia y cuál es su meta definitiva. Jesucristo es la conclusión del Antiguo Testamento y el comienzo del Nuevo Testamento; tal como expresa Apocalipsis al decir que Él es “el Alfa y la Omega”, Cristo es a la vez el origen y la culminación de la historia. El pastor David Jang evoca la noción de “Punto Omega” de Teilhard de Chardin y reflexiona: “Así como el Punto Omega del Antiguo Testamento es Cristo, el Punto Omega del Nuevo Testamento es el reino de Dios”. En definitiva, el fin de los tiempos supone “el cierre de la vieja historia y la inauguración de la historia nueva”, y afirma que esto dio comienzo con la primera venida de Jesús.
En ese sentido, la historia no fluye simplemente hacia la nada, sino que “converge en el reino de Dios, en Cristo”, según el plan divino. El pastor David Jang recuerda que Pablo, en la conclusión del libro de los Hechos (Hch 28:31), predica acerca de “el reino de Dios y Jesucristo”, y que, antes de la ascensión de Jesús, los discípulos preguntaron: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hch 1:6), manifestando su anhelo de la consumación de ese reino. Así también, para los cristianos del Nuevo Testamento, este reino ya ha comenzado, pero todavía no está completo y sigue expandiéndose. Al orar “venga tu reino”, participamos activamente de esa “certeza escatológica y de la obra presente”.
Por ende, cuando Efesios proclama que “la vieja historia de pecado y maldad termina con la cruz y se abre una nueva historia de vida”, nos está enseñando “qué conciencia de la historia debe tener la Iglesia en la actualidad”. El pastor David Jang usa la metáfora de la navegación sin rumbo y advierte: “Si no sabemos hacia dónde va la historia, no sabremos en qué dirección navega nuestro propio barco y terminaremos a la deriva”. De ahí que recalque que el cristiano debe vivir con una “meta clara”: la consumación del reino de Dios. Es decir, la vida y el ministerio que realizamos “se integran en el gran fluir de la historia en Cristo”; y, así como la parábola del grano de mostaza y la levadura (Mt 13:31-33) muestra que el reino de Dios crece y fermenta hasta transformar todo, su influencia se sigue expandiendo.
El pastor David Jang señala que esta seguridad sobre la salvación de la historia y la llegada del reino de Dios se plasma en la práctica en “alabanza y gratitud”. En Efesios 1, Pablo declara que su vida es una alabanza, reconociendo que “tenía razones para alabar”. Esa razón no se limita a un consuelo psicológico, sino que deriva del evento de la salvación que liberó al pecador “por gracia”. Todos eran, “por naturaleza, hijos de ira”, atrapados por el príncipe de la potestad del aire y las corrientes de este mundo, sin la mínima posibilidad de rescatarse a sí mismos. Pero Jesucristo, al ser “entregado” en la cruz, concedió la salvación gratuitamente y quebrantó el poder del pecado y de la muerte, levantando al hombre a una vida nueva. De ahí nace el agradecimiento que motiva la alabanza.
Además, quienes experimentan esta gracia aprenden a servir al mundo con una actitud agradecida. El pastor David Jang, citando Efesios 2:10, donde se afirma que somos creados “para buenas obras”, comenta que la gratitud y la alabanza no pueden quedarse en los labios, sino que han de “producir frutos en acciones concretas”. De la misma manera en que el apóstol Pablo, reconociéndose “el primero de los pecadores”, consagró su vida entera a la predicación del evangelio después de recibir la gracia, los creyentes de hoy también “expresan agradecimiento por la salvación de la que fueron partícipes cuando vivían en su pecado y, ahora, practican el bien y participan en la expansión del reino de Dios”. Esto no es posible por mérito propio, sino al comprender que “hemos sido vivificados junto con Cristo, y con Él hemos recibido autoridad, sentados en los lugares celestiales”. Así, el pastor David Jang concluye: “Dios nos salvó para que andemos en las buenas obras que Él preparó de antemano, y en ese caminar se manifiesta Su gloria”.
En consecuencia, Efesios 2 constituye un “capítulo de gracia” que despierta en nosotros un cántico y un reconocimiento incesantes. Aunque algunos se crean vivos por sus propios medios, si se contempla desde la óptica de Dios, vivían muertos por el pecado; sin embargo, ahora obtuvieron la vida verdadera en Cristo y el texto afirma que “es natural vivir de manera nueva”. El pastor David Jang resume que este es “el anuncio del evangelio en Efesios” y también “la clave para entender de forma práctica el sublime y profundo plan de salvación de Dios”. Quienes antes estaban muertos por el pecado y habían abandonado su órbita son ahora recreados como nuevas criaturas en Cristo, llamados a obrar el bien. Así resplandece la razón de ser y la misión de cada cristiano. Y, al aferrarnos a esta verdad, por muy oscura que parezca la realidad o por grande que sea la autoridad de Satanás, tenemos la certeza de que la historia se encamina ya hacia el “futuro determinado en Cristo”.
Así, a través de Efesios 2, el pastor David Jang enfatiza que el evangelio, que anuncia que los que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados hemos sido vivificados y sentados en los lugares celestiales con Cristo, ha de transformarse en nuestro “cántico y oración eternos”. Dicha alabanza y gratitud robustecen la salud espiritual de la comunidad eclesial, irradian influencia positiva al mundo y, en última instancia, apuntan a “la restauración del reino de Dios”. Él insiste: “Sabemos cuál es nuestro puerto de destino: el reino de Dios. En Cristo todo se unifica; la antigua historia llega a su fin por medio de la cruz y la resurrección, y la nueva historia ya ha comenzado. Por lo tanto, no dudéis. Vosotros, que habéis sido salvados por gracia, sed aquellos que, mientras hacen el bien, alaban y dan gracias”.
En su mensaje sobre Efesios 2, el pastor David Jang busca reavivar la identidad de la iglesia y de los cristianos. “Estabais muertos, pero ahora estáis vivos; habéis resucitado con Cristo, y, en definitiva, se os llama a contemplar el reino de Dios y a practicar el bien en esta tierra”. Aferrarse a esta verdad constituye la esencia de la fe. De ahí brotan la gratitud, la alabanza y la certeza que renuevan toda la existencia y dan testimonio del evangelio ante el mundo, mientras transitamos la senda que Dios preparó. Bajo esta perspectiva, Efesios 2 se erige como la proclamación y testimonio de todos los que pasaron “de la muerte a la vida, de la ira a la gracia” en Cristo, con “el reino de Dios” como objetivo definitivo. Los salvados por medio de Cristo participan de esta enorme marcha histórica y, por ello, su respuesta más natural es la alabanza y la acción de gracias. Este es el mensaje central que el pastor David Jang expone en Efesios 2.