El camino de la justicia en la santificación – Pastor David Jang

Basado en Romanos 6 como núcleo, se desarrolla el tema “Justificación y santificación, y las armas de la justicia dedicadas a Dios”. Esta presentación refleja los énfasis pastorales del Pastor David Jang, permitiéndonos explorar tanto la teología de Romanos 6 como las aplicaciones prácticas que él propone.


1. El cambio de estatus por gracia — morir al pecado y vivir en Cristo (Justificación) y la comprensión de la salvación según el Pastor David Jang

El Pastor David Jang, en múltiples sermones y escritos, ha enfatizado la salvación como un gran recorrido integrado por tres etapas: la “justificación” (justification) como un suceso único, la “santificación” (sanctification) como un proceso continuo y la “glorificación” (glorification) que se consumará en el futuro. Si bien distingue con claridad estas tres etapas, insiste en que no se pueden separar entre sí, pues forman una única y gran travesía. Al abordar Romanos 6, subraya la declaración de Pablo: “Hemos muerto al pecado y hemos sido ofrecidos a Dios”, para recalcar la base firme de la certeza de la salvación. Es decir, la justificación es un acto consumado y definitivo, pero no implica que automáticamente todo el proceso de santificación esté realizado, ni tampoco es posible hablar de santificación sin la justificación, algo que el Pastor Jang ha recalcado repetidamente.

En Romanos 6:1-2, Pablo responde a la posible confusión surgida tras la afirmación previa de que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom. 5). La gente podría malinterpretarlo preguntándose: “¿Acaso podemos pecar más para que abunde más la gracia?”. A esto, Pablo contesta tajantemente: “¡De ninguna manera!”. El Pastor David Jang aprovecha este punto para señalar un error de fe que solemos cometer: si Dios es amor y Su gracia es sobreabundante, algunos podrían creer que pueden vivir como les plazca sin perder su salvación. Pero tal como señala Pablo, si ya hemos muerto al pecado (= justificación), ¿cómo podríamos seguir viviendo en él? Al respecto, Jang explica: “La salvación, desde su inicio, transforma por completo toda nuestra vida”. De este modo, la frase “hemos muerto al pecado” no es solo una afirmación teórica o doctrinal, sino la expresión de un cambio total de estatus.

Ese cambio de estatus, como Pablo indica, revela concretamente el propósito de Dios de hacernos “caminar en vida nueva” (Rom. 6:4). Cuando el Pastor David Jang reitera la idea “la justificación es un cambio de estatus”, recalca la verdad de que el pecado ya no define nuestra identidad. Antes se nos consideraba “pecadores”, pero ahora se nos llama “justificados”, con lo cual se declara que nuestra existencia ya no pertenece al pecado. Esto concuerda con la declaración de Romanos 6:7: “Porque el que ha muerto ha sido libertado del pecado”.

Para el Pastor David Jang, este cambio es a la vez “una proclamación espiritual consumada de una sola vez” y “un punto de inflexión que demanda responsabilidad y decisión”. Es decir, la obra de Cristo al llevar todos nuestros pecados en la cruz y morir por nosotros resolvió de una vez nuestro problema del pecado, y en ese instante fuimos declarados justos. Sin embargo, para que la justificación opere de manera dinámica en nuestra vida, no debemos “abusar” de esta gracia, sino responder en una actitud de gratitud y temor reverente a Dios, girando en esa dirección.

La expresión de Romanos 6:3-5, “bautizados en su muerte”, también es frecuentemente citada por el Pastor David Jang. Enseña que el bautismo no es meramente un rito de admisión a la iglesia o una tradición denominacional, sino la representación simbólica de que “hemos sido unidos a Cristo”. Aunque el bautismo es un signo y un rito, su significado espiritual señala que, con Cristo, hemos muerto y resucitado. Pablo dice que, mediante el bautismo, fuimos sepultados con Jesús (6:4), lo cual simboliza que nuestra antigua naturaleza pecaminosa, la vida en Adán, fue crucificada y sepultada con Cristo. Y así como Él resucitó, también nosotros proclamamos haber recibido la nueva vida.

El Pastor Jang, en este punto, insiste en la seguridad de que “el pecado ya ha sido resuelto de una sola vez; no debemos dudar de ello”. Muchos creyentes, en su vida cristiana, al caer y fracasar, se preguntan con escepticismo: “¿Realmente soy salvo?”. Pero tanto la enseñanza paulina como la del Pastor David Jang subrayan la certeza de que “la identidad de salvado no se tambalea”. Ni nuestras sensaciones ni nuestros sentimientos, ni siquiera nuestras caídas momentáneas, pueden hacer que perdamos nuestra posición de salvados, pues “el problema del pecado original fue resuelto por completo en la cruz de Jesucristo”.

De ahí que la declaración “hemos muerto al pecado” implica también el contraste de “vivir para Dios”. Romanos 6:8 dice: “Y si morimos con Cristo, confiamos en que también viviremos con Él”. El Pastor David Jang recalca que esta confesión de fe es el eje central de la fe cristiana. Morir al pecado significa no estar más bajo su dominio; vivir con Cristo significa haber entrado en el reino de Su señorío, en un sistema de vida nuevo. Creer en Jesús no es simplemente “obtener un boleto al cielo después de la muerte”, sino, de manera activa, “vivir ya en el presente bajo el gobierno de Dios con una vida renovada”, y esto es lo que Jang no quiere que pasemos por alto.

En definitiva, el punto principal de este primer apartado es explicar las consecuencias de la declaración “hemos muerto al pecado”. Al presentar la salvación como un acto único y, a la vez, como un llamado espiritual al futuro, David Jang nos anima a reafirmar diariamente nuestra identidad de salvados. Estábamos en Adán, pero ahora estamos en Jesucristo; hemos sido justificados por Dios, y ese hecho se ha convertido en el cimiento de nuestra vida. Dicho suceso de salvación no se limita a un conocimiento teológico o a una doctrina, sino que abre el camino para que practiquemos, en nuestro propio cuerpo, la muerte y la resurrección de Cristo. Y justamente ahí comienza el camino de la “santificación” que abordaremos en el segundo apartado: la batalla espiritual, la negación del yo y la vivencia de convertirnos en instrumentos de justicia.


2. El proceso de santificación y la batalla espiritual por gobernar el cuerpo: la perspectiva del Pastor David Jang

A partir de Romanos 6:12, Pablo aborda la cuestión: si ya hemos muerto al pecado, ¿por qué seguimos luchando contra él y cómo vencer esa batalla? El Pastor David Jang explica que “aun cuando nuestro estatus ha cambiado por la gracia de Dios, la debilidad de nuestro cuerpo y los vestigios del pecado continúan presentes”. En palabras de Pablo, “el pecado todavía intenta reinar en nuestro cuerpo mortal” (Rom. 6:12). Aunque la identidad ya está en manos de Dios, nuestro estado todavía se encuentra en un proceso de cambio.

Según el Pastor Jang, “no estamos en el momento de partir inmediatamente al cielo, sino en el tiempo de vivir en esta tierra, avanzando en la ‘santificación’, un cambio a nivel espiritual y de carácter”. Tras creer en Jesús, no desaparecen mágicamente todos los hábitos pecaminosos ni las tentaciones del mal; más bien, el cristiano, al ser salvo, percibe con mayor sensibilidad las insidiosas tentaciones de Satanás. Pablo se refiere aquí al “cuerpo” porque a través de nuestro pensamiento, emociones, miradas, palabras y acciones —facultades de este “cuerpo mortal”— el pecado encuentra la forma de operar. Satanás trata de usarnos como base de operaciones, seduciéndonos con el deseo pecaminoso y atrayéndonos de nuevo a los viejos hábitos.

El Pastor Jang ha ofrecido en predicaciones y libros distintos métodos prácticos para esta “encarnizada batalla espiritual”:

  1. “Permanecer en la verdad”. Solo la Palabra de Dios (la verdad) nos otorga la fortaleza espiritual necesaria para controlar los impulsos del cuerpo.
  2. “Dominar el cuerpo mediante entrenamiento repetido”. Esto no se refiere a un ascetismo extremo ni a un legalismo, sino a apoyarnos en la capacidad del Espíritu Santo que habita en nosotros, para que voluntariamente practiquemos la disciplina en nuestros ojos, oídos, boca, manos y pies, debilitando así el poder del pecado.

Cuando Pablo declara: “Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios … y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Rom. 6:13), deja ver que nuestro cuerpo no es un conducto neutral, sino un “instrumento” (o “arma”) de alguien. Si domina el pecado, nuestro cuerpo se convierte en arma del pecado; si domina la justicia, nuestro cuerpo se convierte en arma de Dios. Para el Pastor David Jang, esta imagen es sumamente concreta: en el culto o en el servicio, nuestras “manos y pies” se convierten en armas de justicia al servicio del Señor; si esos mismos miembros se ponen al servicio del pecado, se vuelven armas del mal. No se trata de culpar al instrumento en sí, sino de quién tiene el control de dicho instrumento.

El versículo 14 de Romanos 6 dice: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Este pasaje aparece con frecuencia en los sermones del Pastor Jang, quien señala que “cuando sabemos que estamos bajo la gracia, nos damos cuenta de que no somos seres sometidos al pecado, sino que tenemos un estatus honorable”. Bajo la ley, el hombre está bajo la amenaza de condenación si peca y, a veces, el pecado parece la vía de “libertad”. Sin embargo, en realidad, el pecado nos esclaviza y nos conduce a la muerte. En cambio, quien está “bajo la gracia”, es decir, en Cristo, ya no puede ser reclamado legalmente por el pecado. Como el dueño ha cambiado, Satanás solo puede tratar de ocuparnos ilegalmente; no tiene ningún derecho legítimo de propiedad sobre nosotros.

Por ello, el Pastor Jang insta a “recordar que Satanás es un ocupante ilegal”. Gracias a la sangre de Cristo, la propiedad ha sido completamente transferida a Dios. Si sucumbimos a la debilidad o si pecamos y caemos, Satanás susurra: “Sigues siendo mi esclavo, ¿verdad?”. Pero eso es una mentira. Ante ello, el creyente debe proclamar: “Estoy bajo la gracia. Mi Señor es Jesucristo”. Es decir, cuando el pecado trata de acusarnos, debemos afirmar nuestro estatus de “justificados” y, al mismo tiempo, apartarnos del pecado con decisión.

A partir del versículo 15, Pablo reitera: “¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!”. El Pastor David Jang explica que esta repetición enfatiza “los deseos contradictorios” que laten en nosotros. Dada nuestra debilidad, al enterarnos de la ‘gracia’, algunos podrían interpretarla erróneamente para abusar de ella. La soberbia, la pereza o la inercia a apartarnos del control del Espíritu Santo perviven en el ser humano, de modo que se pretende sacar provecho propio de la misericordia divina. Pero la conclusión de Pablo es clara: si hemos sido liberados del pecado, ceder de nuevo a él es “voluntariamente volver a la esclavitud del pecado”, algo totalmente insensato.

El versículo 16 dice: “¿No sabéis que si os presentáis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis?”. El Pastor David Jang explica esto como una “cuestión de elección”. Cada día, la gran pregunta en nuestra vida es: ¿a qué o a quién vamos a servir como Señor? Nuestro Amo ha cambiado, pero la experiencia real de su señorío depende de a quién cedamos o en quién nos apoyemos. La obediencia voluntaria desde el corazón nos encamina a ser siervos de Dios y a la justicia que conduce a la vida (vs. 17-18). Por el contrario, si abrimos nuevamente la puerta a las antiguas pasiones y servimos al pecado, el resultado final es muerte, como alerta Pablo, una advertencia con la cual el Pastor Jang coincide plenamente.

El versículo 19 incluye la frase “Hablo como humano, por la debilidad de vuestra carne”. Pablo recurre a la metáfora de la esclavitud para que los romanos, habituados a esa realidad, comprendan. El Pastor Jang considera que, aunque es un símil sencillo, no es nada banal. Cuando éramos esclavos del pecado, cedíamos nuestro cuerpo a la inmundicia y la iniquidad, terminando en la ruina. Ahora, debemos ofrecernos como esclavos de Dios, para avanzar hacia la santidad.

En los versículos 20-21, Pablo invita a reflexionar sobre los frutos de aquella época en que vivíamos como esclavos del pecado. Aquellos frutos, vergonzosos, terminaban en la muerte. El Pastor David Jang equipara esto a “la destrucción y desolación que surgen de vivir según los deseos de la carne”. El pecado engendra más pecado, corroe la salud espiritual y mental y quiebra nuestras relaciones. Allí no hay paz duradera ni verdadera libertad. Por el contrario, el versículo 22 recalca que, habiendo sido librados del pecado y hechos siervos de Dios, producimos “el fruto de la santidad” que conduce a la vida eterna. Aquí se halla el mensaje central del Pastor Jang: el contraste de Pablo entre el camino del pecado y la muerte, y el camino de la justicia y la vida. Y señala que el camino de la justicia no es una senda de aburrido sufrimiento, sino una vía progresivamente rebosante de gozo, gratitud y, finalmente, de vida eterna.

En el versículo 23, Pablo concluye: “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús”. El Pastor David Jang menciona con frecuencia que la palabra griega para “paga” (ὀψώνια, opsōnia) se refería al salario que los soldados romanos recibían por su labor. El que trabaja en el pecado cosecha la muerte como su penosa retribución, mientras que el que es siervo de Dios recibe el don gratuito (χάρισμα, charisma) del cielo. De esta contraposición radical surge la pregunta: “Entonces, ¿no escojamos con gozo ser esclavos del Señor?”.

Así pues, la segunda sección recalca que, aunque somos justificados, continuamos en la lucha de la santificación contra el pecado y la debilidad de la carne. El Pastor David Jang aplica las enseñanzas de Pablo a la vida cristiana de hoy, señalando la necesidad diaria de rendir nuestro ser a Dios como “instrumentos de justicia”, con disciplina y determinación. No se trata de un yugo legalista, sino de una “obediencia amorosa y voluntaria en el Espíritu Santo”, que nos va transformando progresivamente a la imagen de Cristo.


3. Vivir como instrumentos de justicia para Dios y el énfasis del Pastor David Jang en la misión comunitaria

El Pastor David Jang subraya que la exposición de Romanos 6 por parte de Pablo no se queda en la santificación personal e interior, sino que se expande hacia la “misión” de la comunidad eclesial y del creyente en el mundo. En Romanos 6:13, la orden de “presentar nuestros miembros … como instrumentos de justicia a Dios” tiene una dimensión individual (no entregarnos al pecado), pero con la mira puesta en “revelar la justicia de Dios en medio del mundo” como sus testigos.

A menudo, el Pastor Jang alude al discurso de despedida de Jesús (Jn 15), recordando que “cuando permanecemos en Él y Él permanece en nosotros, producimos abundante fruto”. Ese fruto no lo cosechamos solos, sino que se multiplica en la iglesia como comunidad y también se difunde al mundo, siendo sal y luz para los que no creen. Por ello, “convertirnos en instrumentos de justicia” significa no solo rechazar el pecado en nuestro interior por la acción del Espíritu, sino manifestar esa santidad en la familia, el trabajo, la iglesia y todos los ámbitos de la sociedad, irradiando la fragancia de Cristo con obras concretas.

En la lógica de Romanos 6, Pablo reitera la identidad de quienes han pasado “de la muerte a la vida”, insistiendo: “Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios” (Rom. 6:11). El Pastor David Jang expande esta noción, diciendo: “Alguien que ha muerto y vuelto a vivir, ya no se ata a los temores ni a los deseos de este mundo”. El que ha atravesado la muerte vive ahora en otra dimensión y posee una libertad intrépida en el espíritu. Esa libertad nos da fuerza para no dejarnos engañar por las falsas promesas del pecado y, en cambio, avanzar hacia la justicia. Tal dinamismo se concreta “caminando juntos en la comunidad de fe”.

El Pastor Jang, en particular, ha señalado repetidamente que la iglesia, tanto en Corea como en otras partes del mundo, ha incurrido a veces en un desequilibrio al concentrarse solo en la salvación individual, descuidando el rol de “instrumentos de justicia” en la sociedad. Así, subraya la responsabilidad de los salvados: ¿qué papel debemos desempeñar en la iglesia y en el mundo? El servicio, la obra misionera, la ayuda y la vida generosa son manifestaciones de que nuestro cuerpo es un “instrumento de justicia” al servicio del reino de Dios. Ejemplos concretos incluyen acciones solidarias en favor de los más necesitados, la hospitalidad hacia personas desamparadas o el anunciar el evangelio a quienes viven en tinieblas espirituales.

El Pastor Jang propone un principio clave: “Aunque la justificación es enteramente un don de gracia, no se agota en disfrutarla pasivamente, sino que conlleva el fruto de la vida transformada a imagen de Dios”. Cuando Pablo habla del “fruto de la santidad” (Rom. 6:22), no alude únicamente a la pureza moral o la piedad personal, sino también a la justicia y el amor de Dios puestos en práctica en el entorno social y comunitario. En el seno de la iglesia, esos frutos se comparten y nos fortalecemos los unos a los otros, mientras que ofrecemos nuestro cuerpo al servicio de la justicia en una práctica constante, ampliando su alcance.

Jang enfatiza además que “no debemos estancarnos en los fracasos o en la culpa del pasado”. Ya morimos al pecado y vivimos en Cristo; lamentarse eternamente y vivir abrumados por la culpa no corresponde a los hijos de Dios. Más bien, siguiendo el mandato paulino (Rom. 6:4), “andemos en vida nueva” y avancemos con valentía por la senda de la santificación, apoyándonos en la comunión de la iglesia. De ahí la importancia de la oración mutua, el romper hábitos pecaminosos, el cultivar un carácter bondadoso, y el llevar a cabo procesos de discipulado, ayuda social y obras solidarias.

Así, a lo largo de Romanos 6, Pablo busca responder a la gran pregunta: “Ahora que hemos pasado de la esclavitud del pecado a ser siervos de Dios, unidos con Cristo mediante el bautismo para vivir en novedad de vida, ¿cómo hemos de vivir?”. David Jang coincide con Pablo al distinguir con nitidez la justificación de la santificación, sin separar ambas realidades. Fuimos justificados de una vez y por todas, y con esa gracia enfrentamos diariamente los deseos de la carne, progresamos en la santificación en el Espíritu Santo y, junto con la comunidad de fe, nos convertimos en instrumentos de justicia para la construcción del reino de Dios.

Finalmente, como concluye Pablo en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús”. El Pastor David Jang insiste: “Nuestra esperanza última es la vida eterna, un regalo gratuito de Dios en Cristo, que nos sustenta en medio de los combates de la vida presente y aviva nuestro gozo y gratitud al rendirnos como instrumentos de justicia para el Señor”.


A manera de conclusión de estos tres grandes apartados, que combinan la exposición de Romanos 6 con la enseñanza particular del Pastor David Jang, se presenta este resumen:

  1. El cambio de estatus por gracia: morir al pecado y vivir en Cristo (justificación)
    • Antes vivíamos bajo la ley del pecado y la muerte, pero por la gracia hemos obtenido la “justificación”, recibiendo un estatus completamente nuevo, simbolizado en nuestra unión con la muerte y la resurrección de Cristo, confesada en el bautismo.
    • El Pastor David Jang define la justificación como “un cambio de estatus”, resultado de la resolución completa de nuestro pasado pecaminoso, de modo que el pecado ya no determina nuestro destino.
  2. El proceso de santificación: disciplinar el cuerpo y la batalla espiritual, confiando en la gracia
    • Aunque somos salvos, el “cuerpo mortal” sigue siendo una brecha por la que el pecado y Satanás tratan de infiltrar sus tentaciones.
    • El Pastor David Jang destaca la necesidad de permanecer en la verdad y de ejercitar la disciplina bajo la guía del Espíritu Santo para dominar los deseos de la carne. Si estamos seguros de vivir “bajo la gracia”, el pecado no tiene fundamento legal para dominarnos, y en la práctica, nos convertimos en “instrumentos de justicia”.
  3. La vida entregada a Dios como arma de justicia y la misión comunitaria
    • La santidad no solo es personal y ética, sino que se refleja en una misión activa de justicia y amor en la iglesia y en el mundo.
    • El Pastor David Jang reitera que, si somos “siervos de la justicia”, estamos llamados a manifestar la voluntad de Dios, caminando en la novedad de vida, compartiendo el amor divino y sirviendo a los demás.
    • En última instancia, “la paga del pecado es muerte”, pero “el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús”, verdad que determina la dirección y la esperanza de nuestra vida santa.

El Pastor David Jang describe todo esto como “el gran drama de la salvación”, que comienza en la cruz de Cristo y se extiende hasta la eternidad, con la gracia y el amor de Dios sosteniéndonos desde el principio hasta el fin, pero requiriendo a la vez nuestro compromiso y obediencia. Romanos 6 es, en esta travesía, un capítulo central, proclamando el misterio espiritual de haber pasado “de muerte a vida” y “de ser esclavos del pecado a siervos de la justicia”.

En conclusión, Romanos 6 se resume en el llamado a vivir con la conciencia de que Dios, por medio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, nos ha liberado del dominio del pecado, para que, como “instrumentos de justicia”, no volvamos a la antigua esclavitud, sino que ofrezcamos nuestro cuerpo y nuestra vida entera a Dios, fructificando en santidad y en toda buena obra. El Pastor David Jang lo denomina “el privilegio y la misión de los redimidos”, remarcando que la razón última de nuestro existir es “ser un arma de justicia que transforme el mundo” y que así mismo podamos disfrutar la gloriosa esperanza de la “vida eterna” que aguarda a los que están en Cristo.

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